Infinito

Desde aquel junio que pasó cerca del mar soñaba con volar. La brisa salada invitaba a romper el vuelo y dejar al viento hacer de las suyas. Los colores del cielo llamaban a todo el planeta. Su altura parecía infinita. Qué imposible tal profundidad, un techo tan sin fin. Las nubes, la pequeña tentación de cualquiera. Saben hacerse de rogar, saben quedarse, saben irse. Pero sin dar nunca lo que se pide. El golpeteo incesante de las olas empujaba a subir, a buscar el final y explorarlo.

Algún día alguien debe encontrarlo. En algún sitio debe estar el infinito. ¿De qué color es? ¿A qué sabe? Lo quiero tocar.

En esta tarde las enjoyadas luces lamen la inmensidad azul, que vuelve a resplandecer. Otra vez es verano. Sentado en un banco de madera espera su oportunidad. Los pies ya llegan al suelo. Hace apenas un año su movimiento en el aire era incesante.

Ha llegado el día. Alguien le invita a subir al pequeño navío y abre sus alas. Pronto el velero blanco ha tomado velocidad. De nuevo el viento está mojado, como ocurría en la playa. Pero ahora puede ver que es el mar, el agua del mar, lo que humedece su cara. La velocidad es cada vez mayor.

¡Qué sabor a sal! Estamos volando. ¿Es esto el infinito?

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